martes, 30 de octubre de 2012

OCHO AÑOS DE CARIDAD Y APOSTOLADO

Ocho años de caridad y apostolado
Marisol y Carmen, misioneras en Egipto, entienden sólo en el sagrario la verdad de su misión
El Hogar de la Sagrada Familia lo financia un farmacéutico de El Cairo. Al principio salían a buscar a los ancianos a las calles y basureros.
Aterrizaron en el aeropuerto con el entusiasmo de la juventud, pero solo con el entusiasmo. En la aduana, los funcionarios debieron de pensar que se trataba de un error: el visado de aquellas dos damas no era de turista. Pero todo estaba en regla. A la edad en que ya toca pensar en la jubilación, ellas habían viajado a El Cairo para quedarse, no para hacer un crucero por el Nilo. Querían representar un papel, por pequeño y secundario que fuera, en Egipto, escenario tantas veces de la Historia de la Salvación. ¿Algo que declarar? Una fe y una misión.

Dos años de discernimientoLa aventura había comenzado dos años atrás, en España. El Instituto Pro Ecclesia, del que ya eran laicas consagradas, les ofreció hacerse cargo de un asilo en El Cairo. Carmen, que de niña soñaba con que le tocara la lotería para comprar una casa en la que cuidar a los ancianitos pobres de su pueblo, pensó que menudo regalazo. Y lo mismo Marisol. Pero el sí, el fiat, no debía ser inmediato. Lo primero era someterse a un riguroso proceso de discernimiento, hasta estar seguras de que la decisión no era fruto de la lectura mal digerida de novelitas de misioneras.

Si durante aquellos dos años planificaron al milímetro la que sería su vida en El Cairo, una vez allí enseguida se darían cuenta de que de nada había servido. El Cairo es tierra de misión, sí, pero también escuela de paciencia. Lo raro no es que las cosas no funcionen, sino que funcionen. Apretar un interruptor y que se haga la luz... eso es un milagro. Un container con libros y cosas de casa que tenía que haber aterrizado al poco de hacerlo ellas, tardaría más de un año -maldita burocracia- en llegar. Pronto comprendieron que no cabía sino ponerse en manos de la Providencia.

En las calles: sólo a los más necesitadosSu primer choque con la realidad fue comprobar que los ancianos no se agolpaban a las puertas de la misión. Hubo que salir a buscarlos, incluso entre las basuras. Algunos llegaban sin saber qué cosa era eso de la higiene. Pero pronto le cogían el gusto a la ducha, el único sitio donde siempre llueve a gusto de todos. Otros, en cambio, habían llevado una vida digamos normal, hasta aquel día en que... Cada cual traía su historia, personal e intransferible.

En los años que dura su aventura misionera, ocho ya, Marisol y Carmen han perdido toneladas de tiempo dando esquinazo a las familias que lo que buscan es deshacerse del abuelo para irse de vacaciones. No dejaron ellas una vida en España para montar una residencia cinco estrellas en Egipto. Quien quiera solicitar una plaza en el Hogar de la Sagrada Familia no ha de tener con qué pagarla. La única condición que puso el benefactor de la obra, un farmaceútico de El Cairo, cuando cedió la casa a la Iglesia católica fue que se destinara a los más necesitados.

No abandonarles
Fieles al propósito del donante, Carmen y Marisol no tardaron en remover el requisito de la edad. Las puertas del hogar estarían abiertas a aquellos que no tuvieran otro sitio adonde ir, sin importar si eran viejos o no. Ellas ofrecían una cama, un plato de comida caliente tres veces al día y la promesa de no abandonarles, lo cual es mucho en un país cuyo sistema de salud deja morir a los pobres en los pasillos de los hospitales.

Y, sin embargo, no todos los que han encontrado refugio en la misión respondían a la lógica del agradecimiento. Los había que se portaban como nuevos ricos en el Oberoi, siempre rápidos para exigir el libro de reclamaciones. En su descargo, Marisol y Carmen apuntan a la dificultad de adaptarse a un sistema de normas tras una vida de hacer de sus zapatos su patria. Ahora bien, pasado un plazo el que siga manejándose como un faraón ha de saber dónde está la puerta de la calle.

Las noches oscuras del almaNo todo son ternezas y flores en la vida del misionero. Lo saben Carmen y Marisol quienes, en ocasiones, han experimentado una sequedad de alma como si se tratara de un pedazo de ese desierto que empolva las calles y los edificios de la que una vez fue la París del Nilo. Era como si Dios pareciera un espejismo, alguien que jugaba con ellas al escondite, que les hablaba en una lengua más extraña aún que el árabe, que les hacía preguntarse si no se habrían equivocado, si Él no las estaría esperando en otro lugar, a miles de kilómetros de aquí.

Momentos así exigen silencio, un bien escaso en El Cairo, el claxon del mundo. No hay un solo segundo en que se deje de oír un claxon. Los conductores manejan un sistema de señales a golpe de claxon. Se da las gracias con el claxon y se le menta la madre de uno también con el claxon. Los más marchosos incluso llevan el ritmo de la música de la radio con el claxon.

La verdad, en el sagrarioUn sitio en el que las notas estridentes y sin compás llegaban amortiguadas es la capilla, situada en la primera planta. A las puertas de la misma tendrían que colgar un letrero que pusiera Jefatura o Administración. Es ante el sagrario donde no les cabe duda de que quien manda en la misión y quien se encarga de todo, incluso de pagar las facturas, es Él, no ellas. Eso sí, a su ritmo, según un calendario inescrutable. Es también allí donde Marisol y Carmen se ponen a remojo de Dios, donde terminan de convencerse de la lenta eficacia del amor.

Al padre Segundo Llorente, cuarenta años misionero en el Círculo Polar, le preguntaron una vez, a modo de reproche, qué hizo durante tantísimo tiempo en Alaska. “Enseñar a los eskimales a hacer la señal de la cruz”, fue su respuesta. Nuestras protagonistas bien podrían darse por satisfechas con haber enseñado a sus ancianos a rezar el rosario y haberlo aprendido ellas en árabe. Y, más aún, con vivir solo pendientes de, llegado el momento, contarse entre los que responden a la llamada de Aquel que dice “venid, benditos de mi Padre, porque tu hambre y me distéis de comer...”

fuente: www.religiónenlibertad.

viernes, 26 de octubre de 2012

La transmisión de la fe en el postmodernismo



Una amable lectora me remite un interesante artículo de Jutta Burggraf, Profesora de teología dogmática de la  Facultad de Teología Universidad de Navarra, que trata de cómo se puede transmitir la fe en esta época que se ha venido en llamar postmoderna. Todo el es interesante, pero debido a su extensión no podemos publicarlo en su totalidad. Está dividió en tres capítulo que publicaremos lo más ampliamente posible en tres post consecutivos.

La transmisión de la fe en el postmodernismo: en y desde la familia

La meta de nuestro hablar de Dios consiste en llevar a todos a hablar con Dios
      Vamos a hablar sobre la transmisión de la fe. Me refiero a los hijos, a otros parientes, a los amigos, vecinos y colegas: a todos los que entran en una casa alegre y abierta; en una casa abierta a personas de todo tipo y condición, de todos los colores y de todas las creencias...
      Quiero empezar nuestra reflexión con una escena que nos presentó Nietzsche hace más de cien años. En su libro “La gaya ciencia”, este filósofo tan perspicaz hizo gritar a un hombre loco: «¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!... ¿A dónde se ha ido Dios?» ... Os lo voy a decir... «¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros le hemos matado!... Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos». ... Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y le miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos, y se apagó. «Vengo demasiado pronto —dijo entonces—, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres» (F. NIETZSCHE, La gaya ciencia (1887), Palma de Mallorca 1984, n.255.)
      Hoy, un siglo más tarde, podemos constatar que este “enorme suceso” sí ha llegado a los oídos de gran parte de nuestros contemporáneos, para los que “Dios” no es nada más que una palabra vacía. Se habla de un actual “analfabetismo religioso”, de una ignorancia incluso de los conceptos más básicos de la fe (Las estadísticas publicadas por J. FLYNN, Analfabetismo religioso, en “Zenit” (Agencia Internacional de Información de Roma), 3-V-2007.
      Algunos se han preguntado si un niño, que no conoce la palabra “gracias”, puede estar agradecido: porque el lenguaje no sólo expresa lo que pienso, también lo detiene. En todo caso, lo determina muy profundamente. Podemos comprobarlo en los diferentes idiomas. Hablar chino o francés, no quiere decir simplemente, cambiar una palabra por otra, sino tener otros esquemas mentales y percibir el mundo según las circunstancias de cada lugar. Algunas tribus de Siberia, por ejemplo, tienen muchas palabras distintas para la “nieve” (dependiendo de si es blanca o gris, dura o blanda, nueva o antigua), mientras que los pueblos árabes disponen de un sinnúmero de palabras para “caballo”. Si se tiene esto en cuenta, se puede comprender que Carlos V afirmó: “Cuantos idiomas hablo, tantas veces soy hombre”.
      Con respecto al tema religioso, podemos concluir: si vivo en un mundo secularizado e ignoro el lenguaje de la fe, es humanamente imposible llegar a ser un cristiano.
I. El ambiente actual
Si queremos hablar sobre la fe, es preciso tener en cuenta el ambiente en el que nos movemos. Tenemos que conocer el corazón del hombre de hoy —con sus dudas y perplejidades—, que es nuestro propio corazón, con sus dudas y perplejidades.
    1. La época del postmodernismo

      Tenemos, generalmente, muchos ídolos, por ejemplo, la salud, el “culto al cuerpo”, la belleza, el éxito, el dinero o el deporte; todos ellos adquieren, en circunstancias, rasgos de una nueva religión. Chesterton dice: “Cuando se deja de creer en Dios, ya no se puede creer en nada, y el problema más grave es que, entonces, se puede creer en cualquier cosa.”
      Y, realmente, a veces parece que cualquier cosa es más creíble que una verdad cristiana. Mis alumnos de las Facultades civiles, por ejemplo —estudiantes de derecho o de químicas— hablan, con muy buena voluntad, de la “reencarnación” de Cristo (que tuvo lugar hace 2000 años): al parecer, la palabra “reencarnación” les es mucho más familiar que la palabra “encarnación”. Observamos la influencia del budismo y del hinduismo en Occidente. ¿Por qué ejercen una atracción tan fuerte? Parece que se desea lo exótico, lo “liberal”, algo así como una “religión a la carta”. No se busca lo verdadero, sino lo apetecible, lo que me gusta y me va bien: un poco de Buda, un poco de Shiva, un poco de Jesús de Nazaret.
      En épocas anteriores, la vida era considerada como progreso. Hoy, en cambio, la vida es considerada como turismo: no hay continuidad, sino discontinuidad; caminamos sin una dirección fija. El lema de un motorista lo expresa muy bien: “No sé adónde voy, pero quiero llegar rápidamente allí”. En la literatura se habla de la “oscuridad moderna”, del “caos actual”.
      “El hombre moderno es un gitano”, se ha dicho con razón. No tiene hogar: quizá tiene una casa para el cuerpo, pero no para el alma. Hay falta de orientación, inseguridad, y también mucha soledad. Así, no es de extrañar que se quiera alcanzar la felicidad en el placer inmediato, o quizá en el aplauso. Si alguien no es amado, quiere ser al menos alabado.
      Tal vez, todos nos hemos acostumbrado a no pensar: al menos, a no pensar hasta el final. Es el llamado pensamiento débil. Vivimos en una época en la que tenemos medios cada vez más perfectos, pero los fines están bastante perturbados.
      A la vez, podemos descubrir una verdadera “sed de interioridad”, tanto en la literatura como en el arte, en la música y también en el cine. Cada vez más personas buscan una experiencia de silencio y de contemplación; al mismo tiempo, están decepcionados del cristianismo que, en muchos ambientes, tiene fama de no ser nada más que una rígida “institución burocrática”, con preceptos y castigos.
      Otras personas huyen de la Iglesia por motivos opuestos: la predicación cristiana les parece demasiado “superficial”, muy“light”, sin fundamento y sin exigencias rigurosas. No buscan lo “liberal”, sino todo lo contrario: buscan lo “seguro”. Quieren que alguien les diga con absoluta certeza cuál es el camino hacia la salvación, y que otro piense y decida por ellos: ahí tenemos el gran mercado de las sectas (Cfr. M. GUERRA, Historia de las religiones, Pamplona 1980, vol. 3)

      Vivimos en sociedades multiculturales, en las que se puede observar simultáneamente los fenómenos más contradictorios. Algunos intentan resumir todo lo que nos pasa en una única palabra: postmodernismo. El término indica que se trata de una situación de cambio: es una época que viene “después” del modernismo y “antes” de una nueva era que todavía no conocemos...
      El postmodernismo es una era limitada que indica el fracaso del modernismo. Se la puede comparar con la “postguerra” —el tiempo difícil después de una guerra—, que es la preparación para algo nuevo. Y se la puede relacionar también con el período “postoperatorio”, en el que una persona convalece de una cirugía, antes de retomar sus actividades normales.
      Parece, realmente, que vivimos un cambio de época: estamos entrando en una nueva etapa de la humanidad. Y las novedades reclaman un nuevo modo de hablar y de actuar.
    2. Actitud ante los cambios culturales
      ¿Cómo conviene hablar sobre la fe en este desconcierto? Antes que nada, nos pueden ayudar unas reflexiones de Romano Guardini que no han perdido nada de su actualidad. En sus Cartas desde el lago de Como, este gran escritor cristiano habla sobre su inquietud con respecto al mundo moderno. Se refiere, por ejemplo, a lo artificioso de nuestra vida, escribe acerca de la manipulación a la que diariamente estamos expuestos, trata de la pérdida de los valores tradicionales y de la luz estridente que nos viene del psicoanálisis... En la novena y última carta expresa un “sí redondo” a este mundo en que le ha tocado vivir, y explica al sorprendido lector, que esto es exactamente lo que Dios nos pide a cada uno. El cambio cultural, al que asistimos, no puede llevar a los cristianos a una perplejidad generalizada (Cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et Spes (=GS), n. 4)
 No puede ser que en todas direcciones se vean personas preocupadas y agobiadas que añoran los tiempos pasados. Pues es Dios mismo quien actúa en los cambios. Tenemos que estar dispuestos a escucharle y dejamos formar por Él (R. GUARDINI, Cartas del lago de Como, San Sebastián 1957).
      Quien quiere influir en el presente, tiene que amar el mundo en que vive. No debe mirar al pasado, con nostalgia y resignación, sino que ha de adoptar una actitud positiva ante el momento histórico concreto: debería estar a la altura de los nuevos acontecimientos, que marcan sus alegrías y preocupaciones, y todo su estilo de vida. “En toda la historia del mundo hay una única hora importante, que es la presente”, dice Bonhoeffer. “Quien huye del presente, huye de la hora de Dios”.
      Hoy en día, una persona percibe los diversos acontecimientos del mundo de otra forma que las generaciones anteriores, y también reacciona afectivamente de otra manera. Por esta razón, es tan importante saber escuchar (Cfr. Y. CONGAR, Situación y tareas de la teología de hoy, Salamanca 1970. Pgs. 89 y ss) Un buen teólogo lee tanto la Escritura como el periódico, alguna revista o el internet; muestra cercanía y simpatía hacia nuestro mundo. Y sabe que es en las mentes y en los corazones de los hombres y mujeres que le rodean, donde puede encontrar a Dios, de un modo mucho más vivo que en teorías y reflexiones.
      Los cambios de mentalidad invitan a exponer las propias creencias de un modo distinto que antes (Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Unitatis redintegratio, 6) A este respecto comenta un escritor: “No estoy dispuesto a modificar mis ideas (básicas) por mucho que los tiempos cambien. Pero estoy dispuesto a poner todas las formulaciones externas a la altura de mis tiempos, por simple amor a mis ideas y a mis hermanos, ya que si hablo con un lenguaje muerto o un enfoque superado, estaré enterrando mis ideas y sin comunicarme con nadie”( J.L. MARTÍN DESCALZO, Razones para la alegría, 8ª ed., Madrid 1988, p. 42).
Juan García Inza

martes, 23 de octubre de 2012

CORTOS GANADORES DE LOS PREMIOS KERIGMA AWARDS


1º Premio del concurso de cortos y spots Kerygmaawards segunda edición
                                                                  
                                                                          CERO AÑOS 


                          Corto Ganador del 2º Premio de Kerygma Awards 2012 

                                                                    FORGIVE TO LIFE






                    Galardonado con el 3º Premio en el Festival "Kerygma Awards 2012"

                                                                     PSIQUE.mp4






domingo, 21 de octubre de 2012

viernes, 19 de octubre de 2012

Maria, Peregrina en la fe


José Pedro Manglano es el autor de la iniciativa

100 universitarios lanzan spots sobre el Credo por el Año de la Fe



Showing Foundation lanza tweetcredo con motivo del Año de la fe, iniciativa de Benedicto XVI que comienza el próximo 11 de octubre.



El objetivo del proyecto responde a la llamada del Papa a contar las verdades del catecismo en el lenguaje de las redes sociales. Los estudiantes del Centro Universitario Villanueva (Universidad Complutense de Madrid) han aceptado el desafío, creando 60 spots, uno por cada semana del Año de la Fe. Serán emitidos los jueves a partir del día 11 a las 11 am., a través de www.tweetcredo.com y la cuenta de Twitter @TweetCredo.

Cada video, ideado, producido y protagonizado por los propios alumnos, cuenta con el asesoramiento de profesionales del mundo del cine, la televisión, la publicidad y el marketing como: Fernando López Mirones, Tony Gratacós, Gema Fernández Hoya, Antón Álvarez, Pilar García Montero o Juanjo Muñoz.


El proyecto es una iniciativa de José Pedro Manglano, uno de los escritores de espiritualidad más importantes en lengua castellana, autor de numerosos best seller y capellán de la Facultad de Comunicación de Villanueva. Como resultado, este foro ha supuesto que los estudiantes reflexionen y encuentren respuestas a preguntas universales.



El logo muestra un pájaro en pie sobre el nido de la fe, nido formado por cada una de las verdades afirmadas en el Credo del Catecismo. El ave, de nombre Salomón por su sabiduría y grandes dotes de comunicación, pía y así proclama de forma natural la alegría de creer.


El Año de la Fe tiene lugar entre el 11 de octubre de 2012 y el 24 de noviembre de 2013. Ha sido promulgado para celebrar el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica y el 50 aniversario del Concilio Vaticano II. Su objetivo principal, ante la crisis de fe actual, es que cada cristiano renueve “el impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas”, según declaraciones de Benedicto XVI.

Showing Foundation es una Fundación sin ánimo de lucro. Su finalidad es desarrollar actividades que impulsen la creatividad para comunicar valores acerca de la persona y de la sociedad, en lenguaje plástico y audiovisual. Su público prioritario es la juventud en un ámbito de difusión internacional. La Fundación ha promovido actividades como el desarrollo de aplicaciones para telefonía móvil, series de episodios audiovisuales para Facebook y Twitter, el concurso internacional de Cortos y Spots Kerygma Awards, la elaboración de Podcast y encuentros de debate como Showing Love entre otras. Más información en: www.showingfoundation.com y www.kerygmaawards.com

Villanueva es un centro adscrito a la Universidad Complutense de Madrid desde 1997. Estructurada en cuatro áreas, ofrece Grados en Comunicación, Derecho, Educación y Empresa, y Titulaciones Propias en Comunicación y Gestión de Moda, Gobierno de instituciones y Organismos Internacionales, Criminología y Ciencias Forenses e Internet Business. Más información en www.villanueva.edu .

Fuente: Religionenlibertad.com

martes, 16 de octubre de 2012

«Con el Concilio, el laico pasó a convertirse en apóstol»,


Fue uno de sus cronistas hace 50 años
afirma monseñor Antonio Montero

Antonio Montero, hoy arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, participó como joven sacerdote y cronista en el Concilio Vaticano II, del que piensa que hizo mucho bien a la Iglesia.


–¿Cuál fue la herencia del Concilio Vaticano II para la Iglesia?

–Es una herencia histórica enormemente positiva y única porque trató casi todos los temas de la fe de la Iglesia. También se dirigió a la sociedad y a casi todos sus ámbitos. La Iglesia se estudió a sí misma, compuesta de jerarquía pero sobre todo de pueblo, al que se invitaba a una renovación partiendo de la palabra. Fue un concilio de renovación interna de la Iglesia en todos sus estamentos: Papa, obispos, sacerdotes, religiosos, seglares... Además tuvo una importancia ecuménica mundial. Se abrió las manos a todo el mundo.


–¿Y la herencia para la sociedad?


–La Constitución Pastoral «Gaudium et Spes» lo deja muy claro. En ella se habla de la Iglesia en el mundo actual. Trata temas como los derechos humanos, la justicia social, el matrimonio, de la guerra, de la paz o de la libertad religiosa. También, de otros asuntos como la enseñanza y la cultura, etc. Es una Constitución muy importante en cuanto a extensión y relevancia.


–¿Ejemplos concretos del concilio hoy?


–Casi todo. Se empezó a celebrar los cultos en las lengua de la gente que asistía. El pueblo empezó a participar, dejó de asistir y comenzó a participar al máximo. El laico pasó a convertirse en apóstol, etc.


–¿Qué va a suponer este 50º aniversario y este Año de la fe para la vida de la Iglesia?


–Supone una responsabilidad y una llamada a la mejora y a la renovación. Una llamada a convertirse más al Evangelio, acercarse a la persona de Cristo. Una llamada a cultivar la propia fe y a acabar con la fe del carbonero. Es una llamada a ser evangelizadores. Empezar a hablar de una Iglesia evangelizada y evangelizadora. Movilizar a la Iglesia para que no vaya para atrás, sino que mantenga su jugo, su brío. Se quiere responder con honestidad a las necesidades del mundo de hoy.

Fuente:J. de Aldecoa / La Razón