jueves, 8 de noviembre de 2012

En Medjugorje he sentido de cerca lo que quiere decir la fe en Dios


«Mi fe antes era muchísimo más tibia»

Tras vender 8 millones de discos, el cantante Nek dice que su fe se ha fortalecido en Medjugorje.

 
«En Medjugorje he sentido de cerca lo que quiere decir la fe en Dios», asegura el cantante italiano

Se llama Filippo Neviani, aunque todos le conocemos como Nek. A sus espaldas veinte años de exitosa carrera en el mundo de la música y más de ocho millones de discos vendidos. Su popularidad no conoce fronteras y, sin embargo, pocos saben que hace poco menos de siete años su vida dio un vuelco radical gracias a un viaje a Medjugorje.

Chiara Amirante le invita a MedjugorjeEl instrumento de la providencia para ese cambio, al menos en parte, fue Chiara Amirante, fundadora de la Comunidad Nuevos Horizontes que en el invierno de 2005 invitó a Nek a acudir a Medjugorje.

«He estado allí ya tres veces y aseguro, sin caer con esto en la retórica estéril e inútil, que mi fe antes era muchísimo más tibia, pero después se ha ´recalentado´», explica el cantante .

Sentir a Dios«En Medjugorje, un lugar lejano pero al mismo tiempo geográficamente accesible, he sentido de cerca lo que quiere decir la fe en Dios gracias a la obra de la Virgen que, como mediadora incansable, da auténticas gracias», asegura.

Invita a los escépticos a acudir a Medjugorje«Aconsejo visitar Medjugorje, sobre todo los escépticos, así podrán darse cuenta de que allí no sucede nada esotérico o mágico», recomienda.

«Allí está la presencia de la Virgen y de Dios, que están dispuestos a entrar dentro de ti, si tú quieres. Entran de puntillas y te empujan el alma para realizar cosas maravillosas», asegura Nek.

«Gracias a Medjugorje, mi fe se ha fortalecido»El cantante señala que incluso para quien haya realizado este viaje por pura curiosidad, cuando vuelva a casa se dará cuenta de que le ha enriquecido con algo importante que, si se cultiva con amor, dará sus frutos: «Mi experiencia es positiva y aseguro que, gracias a Medjugorje, mi fe se ha fortalecido».

La posición de la Iglesia católica sobre Medjugorje
Nek deja a un lado las polémicas sobre Mejdugorje «que no llevan a ninguna parte», y se concentra en el lado positivo: «Es necesario fijarse en que en ese santuario se dan muchas, muchísimas conversiones, se administran sacramentos... En resumen, se crea la espectativa de lo sagrado y de Dios, y esto me parece un fruto bueno y loable, un fruto de remarcar», opina.

Alaba la prudencia de la Iglesia con MedjugorjeAunque la posición oficial de la Iglesia no es aún abiertamente positiva, tampoco lo es negativo: «Comprendo e incluso justifico la sabiduría y la calma de la Iglesia que, delante a hechos inexplicables, visiones y milagros, siempre se ha mostrado precavida. Sobre lo demás, es necesario reconocer que, en el caso de Medjugorje, los videntes aún tienen visiones y hablan, y por tanto creo que la cautela de la Iglesia es lícita desde este punto de vista».

Un largo camino de conversión gracias a Nuevos Horizontes«Por supuesto, me queda aún un largo camino, pero estoy en el camino correcto. Veo una Iglesia activa, concreta, cercana a las necesidades de los que sufren», asegura sin dudar. Gracias a Nuevos Horizontes, Nek ha encontrado una segunda familia, como él mismo ha explicado en esta entrevista: «Porque me habéis hecho comprender, me habéis hecho ver lo cercano que es Dios, que Dios no es una deidad abstracta, sino que es similar a cada uno de nosotros y que Él actúa a través de nuestra total disponibilidad».

Proyecto de solidaridadGracias a Medjugorje, el cantante también se ha involucrado en un proyecto de solidaridad: «La Virgen en Medjugorje pide oración, paz, pero también ayuda y solidaridad concretas. Es necesario ponerlas en práctica con obras buenas», razona.

Por eso, Nek ha colaborado activamente en la construcción de la villa Citadella Cielo, un proyecto de la Comunidad Nuevos Horizontes como centro de acogida para personas en diversas situaciones de dificultad y problemas sociales: «Siento todo esto como mi casa, me siento acogido por lo que soy realmente»

En Youtube se pueden encontrar varios testimonios de Nek:




Fuente:www.religiónenlibertad.com

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Reflexiones sobre la fe

Reflexiones sobre la fe
 
Cardenal Cañizares
      
  
El 11 del pasado octubre se abrió la puerta del Año de la Fe que el Santo Padre ha convocado a toda la Iglesia para, con la ayuda de Dios, fortalecerla y transmitirla. A lo largo de este año, también con este artículo semanal, querría referirme a la fe, la fe en Dios, que es donde está el futuro del hombre. Para ese futuro y para unos hombres con futuro y esperanza, no da lo mismo creer en Dios que no creer en Él, creer en la vida eterna o vivir sin esa fe.

Los cambios profundos que afectan al mundo y al hombre conducen frecuentemente a una crisis de identidad personal y social, eclesial y creyente. Durante años, hemos asistido a un largo proceso de revisión y crítica de la fe, de secularización que ha llevado a tantos a abandonarla o debilitarla y a vivir al margen de la fe, como si Dios no existiese, a la negación práctica de Dios, a una «apostasía silenciosa» de la fe, como reconocía Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Ecciesia de Europa.

Durante tiempo, sin duda más que excesivo, hemos envuelto la fe en un círculo de sospechas y la hemos sometido a prácticas y explicaciones a veces reductoras. Sin embargo, –eso entraña la convocatoria de este Año de la Fe–, cada día es más sentida por la Iglesia, por los cristianos de hoy la necesidad de reconstruir nuestra identidad confesando nuestra fe como hemos podido comprobar en el reciente Sínodo de los Obispos sobre la transmisión de la fe.

Nos encontramos ante una tarea, como de cimentación sólida, radical y de revalorización para los cristianos de nuestra real condición de creyentes confesantes: condición indispensable para garantizar una presencia efectiva -reconciliadora, liberadora y servicial- de los cristianos en el mundo en que nos es dado vivir; condición, asimismo, indispensable para encontrar la verdad del hombre, para posibilitar un diálogo real de la fe con la cultura, de encuentro y de camino de la fe junto con la razón, y con la posibilidad y la capacidad de confrontarse y encontrarse con las ciencias, con las otras maneras de pensar y vivir, y, además, que supere de una vez por todas cualquier postura de segregación o de disolución.

En medio de la diversidad y del pluralismo reinantes, en medio de los fanatismos y dogmatismos que se abren paso y en medio de las formas agnósticas y escépticas de la vida, la existencia creyente confesante cobra nueva actualidad y ocupa un espacio privilegiado que supera contradicciones y une contrarios. En este marco querría que, a lo largo de este curso, se moviesen mis reflexiones sobre la fe, sobre qué significa decir «yo creo», o qué significa «confesar» la fe cristiana.

Como preámbulo a dichas reflexiones sobre la fe, quiero recomendar a este propósito muy vivamente a mis lectores, porque les ayudará e iluminará mucho, un libro muy reciente e importante, muy actual, de Monseñor Fernando Sebastián, cuyo título es «La fe que nos salva. Aproximación pastoral a una teología fundamental».

Como señala D. Fernando, se trata de «un libro directo y sencillo, capaz de acompañar en su itinerario espiritual a los hermanos que sufren por la inseguridad de su fe, con el deseo de ayudar a recuperar o alcanzar la fe en Jesucristo y en el Dios de la salvación a quienes la perdieron o no la han tenido nunca». Es un libro asequible a un lector medio que «piense», es decir, que no se quite la cabeza para andar por la vida o para entrar en la Iglesia, simplemente que use la razón, con mirada que se abra a amplios horizontes, y no mire a ras de tierra.

El libro, a diferencia de otros publicados también en fecha reciente y sin duda valiosos, no trata «de lo que creemos por la fe, sino de la fe misma, la fe en cuanto acto y hábito personal, don de Dios y camino de salvación. Este libro no es un catecismo, ni una introducción al cristianismo, quiere ser más bien una presentación de la fe cristiana que ponga al descubierto su función decisiva en los planes de Dios y en el acertado desarrollo de la vida humana».

Este libro arroja mucha luz en el creer y, sin duda, deja no menos paz y esperanza, ganas y gozo de vivir, al que cree, precisamente porque trata de hacer ver lo que es la cosa de la fe en su realidad misma: la fe en su verdad más propia. Esto es lo que se ofrece en este libro incisivo, escrito desde la fe misma, desde la real experiencia cristiana de la fe, con la honestidad y libertad que caracteriza a nuestro autor, que es la que da la misma fe y la verdad que ella entraña. No ignora, por lo demás, lo que está en esa, llamemos «cultura de increencia» de nuestro Occidente –caso inédito en la historia humana–, ni ese mundo donde la fe se ve zarandeada y tratando de encontrarse.

El libro, ni más ni menos, en palabras de su autor, intenta «ayudar a los lectores a descubrir y valorar lo que es la fe cristiana, allanarles el camino para alcanzar la realidad de la fe con la facilidad y el gozo de quien entra en su propia casa. La fe en Dios y en su enviado Jesucristo es la puerta de ingreso en la casa del ser y de la vida, del amor y de la esperanza. Sin la fe estamos condenados a vivir encerrados en el mundo material; por la fe en el Dios presente y salvador superamos la esfera de lo sensible y entramos en relación con el Ser, la Verdad, la Bondad y la Belleza de Dios, con el mundo del Espíritu, donde vive y reina el Señor resucitado, con la Virgen María y los santos. La fe es la puerta estrecha para llegar a la plenitud de nuestra humanidad, para descubrir la vida profunda del mundo y vivir, ya desde ahora, en la plenitud de nuestra existencia, para recibir en la comunión con Cristo la vida gloriosa del Reino de Dios», de Dios mismo que es Amor. Con toda certeza y seguridad ese intento de ayuda se logra en la lectura de este libro, que tanto puede ayudar, que tanto ayudará, de verdad, en este Año de la Fe.

Fuente:La Razón

martes, 30 de octubre de 2012

OCHO AÑOS DE CARIDAD Y APOSTOLADO

Ocho años de caridad y apostolado
Marisol y Carmen, misioneras en Egipto, entienden sólo en el sagrario la verdad de su misión
El Hogar de la Sagrada Familia lo financia un farmacéutico de El Cairo. Al principio salían a buscar a los ancianos a las calles y basureros.
Aterrizaron en el aeropuerto con el entusiasmo de la juventud, pero solo con el entusiasmo. En la aduana, los funcionarios debieron de pensar que se trataba de un error: el visado de aquellas dos damas no era de turista. Pero todo estaba en regla. A la edad en que ya toca pensar en la jubilación, ellas habían viajado a El Cairo para quedarse, no para hacer un crucero por el Nilo. Querían representar un papel, por pequeño y secundario que fuera, en Egipto, escenario tantas veces de la Historia de la Salvación. ¿Algo que declarar? Una fe y una misión.

Dos años de discernimientoLa aventura había comenzado dos años atrás, en España. El Instituto Pro Ecclesia, del que ya eran laicas consagradas, les ofreció hacerse cargo de un asilo en El Cairo. Carmen, que de niña soñaba con que le tocara la lotería para comprar una casa en la que cuidar a los ancianitos pobres de su pueblo, pensó que menudo regalazo. Y lo mismo Marisol. Pero el sí, el fiat, no debía ser inmediato. Lo primero era someterse a un riguroso proceso de discernimiento, hasta estar seguras de que la decisión no era fruto de la lectura mal digerida de novelitas de misioneras.

Si durante aquellos dos años planificaron al milímetro la que sería su vida en El Cairo, una vez allí enseguida se darían cuenta de que de nada había servido. El Cairo es tierra de misión, sí, pero también escuela de paciencia. Lo raro no es que las cosas no funcionen, sino que funcionen. Apretar un interruptor y que se haga la luz... eso es un milagro. Un container con libros y cosas de casa que tenía que haber aterrizado al poco de hacerlo ellas, tardaría más de un año -maldita burocracia- en llegar. Pronto comprendieron que no cabía sino ponerse en manos de la Providencia.

En las calles: sólo a los más necesitadosSu primer choque con la realidad fue comprobar que los ancianos no se agolpaban a las puertas de la misión. Hubo que salir a buscarlos, incluso entre las basuras. Algunos llegaban sin saber qué cosa era eso de la higiene. Pero pronto le cogían el gusto a la ducha, el único sitio donde siempre llueve a gusto de todos. Otros, en cambio, habían llevado una vida digamos normal, hasta aquel día en que... Cada cual traía su historia, personal e intransferible.

En los años que dura su aventura misionera, ocho ya, Marisol y Carmen han perdido toneladas de tiempo dando esquinazo a las familias que lo que buscan es deshacerse del abuelo para irse de vacaciones. No dejaron ellas una vida en España para montar una residencia cinco estrellas en Egipto. Quien quiera solicitar una plaza en el Hogar de la Sagrada Familia no ha de tener con qué pagarla. La única condición que puso el benefactor de la obra, un farmaceútico de El Cairo, cuando cedió la casa a la Iglesia católica fue que se destinara a los más necesitados.

No abandonarles
Fieles al propósito del donante, Carmen y Marisol no tardaron en remover el requisito de la edad. Las puertas del hogar estarían abiertas a aquellos que no tuvieran otro sitio adonde ir, sin importar si eran viejos o no. Ellas ofrecían una cama, un plato de comida caliente tres veces al día y la promesa de no abandonarles, lo cual es mucho en un país cuyo sistema de salud deja morir a los pobres en los pasillos de los hospitales.

Y, sin embargo, no todos los que han encontrado refugio en la misión respondían a la lógica del agradecimiento. Los había que se portaban como nuevos ricos en el Oberoi, siempre rápidos para exigir el libro de reclamaciones. En su descargo, Marisol y Carmen apuntan a la dificultad de adaptarse a un sistema de normas tras una vida de hacer de sus zapatos su patria. Ahora bien, pasado un plazo el que siga manejándose como un faraón ha de saber dónde está la puerta de la calle.

Las noches oscuras del almaNo todo son ternezas y flores en la vida del misionero. Lo saben Carmen y Marisol quienes, en ocasiones, han experimentado una sequedad de alma como si se tratara de un pedazo de ese desierto que empolva las calles y los edificios de la que una vez fue la París del Nilo. Era como si Dios pareciera un espejismo, alguien que jugaba con ellas al escondite, que les hablaba en una lengua más extraña aún que el árabe, que les hacía preguntarse si no se habrían equivocado, si Él no las estaría esperando en otro lugar, a miles de kilómetros de aquí.

Momentos así exigen silencio, un bien escaso en El Cairo, el claxon del mundo. No hay un solo segundo en que se deje de oír un claxon. Los conductores manejan un sistema de señales a golpe de claxon. Se da las gracias con el claxon y se le menta la madre de uno también con el claxon. Los más marchosos incluso llevan el ritmo de la música de la radio con el claxon.

La verdad, en el sagrarioUn sitio en el que las notas estridentes y sin compás llegaban amortiguadas es la capilla, situada en la primera planta. A las puertas de la misma tendrían que colgar un letrero que pusiera Jefatura o Administración. Es ante el sagrario donde no les cabe duda de que quien manda en la misión y quien se encarga de todo, incluso de pagar las facturas, es Él, no ellas. Eso sí, a su ritmo, según un calendario inescrutable. Es también allí donde Marisol y Carmen se ponen a remojo de Dios, donde terminan de convencerse de la lenta eficacia del amor.

Al padre Segundo Llorente, cuarenta años misionero en el Círculo Polar, le preguntaron una vez, a modo de reproche, qué hizo durante tantísimo tiempo en Alaska. “Enseñar a los eskimales a hacer la señal de la cruz”, fue su respuesta. Nuestras protagonistas bien podrían darse por satisfechas con haber enseñado a sus ancianos a rezar el rosario y haberlo aprendido ellas en árabe. Y, más aún, con vivir solo pendientes de, llegado el momento, contarse entre los que responden a la llamada de Aquel que dice “venid, benditos de mi Padre, porque tu hambre y me distéis de comer...”

fuente: www.religiónenlibertad.

viernes, 26 de octubre de 2012

La transmisión de la fe en el postmodernismo



Una amable lectora me remite un interesante artículo de Jutta Burggraf, Profesora de teología dogmática de la  Facultad de Teología Universidad de Navarra, que trata de cómo se puede transmitir la fe en esta época que se ha venido en llamar postmoderna. Todo el es interesante, pero debido a su extensión no podemos publicarlo en su totalidad. Está dividió en tres capítulo que publicaremos lo más ampliamente posible en tres post consecutivos.

La transmisión de la fe en el postmodernismo: en y desde la familia

La meta de nuestro hablar de Dios consiste en llevar a todos a hablar con Dios
      Vamos a hablar sobre la transmisión de la fe. Me refiero a los hijos, a otros parientes, a los amigos, vecinos y colegas: a todos los que entran en una casa alegre y abierta; en una casa abierta a personas de todo tipo y condición, de todos los colores y de todas las creencias...
      Quiero empezar nuestra reflexión con una escena que nos presentó Nietzsche hace más de cien años. En su libro “La gaya ciencia”, este filósofo tan perspicaz hizo gritar a un hombre loco: «¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!... ¿A dónde se ha ido Dios?» ... Os lo voy a decir... «¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros le hemos matado!... Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos». ... Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y le miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos, y se apagó. «Vengo demasiado pronto —dijo entonces—, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres» (F. NIETZSCHE, La gaya ciencia (1887), Palma de Mallorca 1984, n.255.)
      Hoy, un siglo más tarde, podemos constatar que este “enorme suceso” sí ha llegado a los oídos de gran parte de nuestros contemporáneos, para los que “Dios” no es nada más que una palabra vacía. Se habla de un actual “analfabetismo religioso”, de una ignorancia incluso de los conceptos más básicos de la fe (Las estadísticas publicadas por J. FLYNN, Analfabetismo religioso, en “Zenit” (Agencia Internacional de Información de Roma), 3-V-2007.
      Algunos se han preguntado si un niño, que no conoce la palabra “gracias”, puede estar agradecido: porque el lenguaje no sólo expresa lo que pienso, también lo detiene. En todo caso, lo determina muy profundamente. Podemos comprobarlo en los diferentes idiomas. Hablar chino o francés, no quiere decir simplemente, cambiar una palabra por otra, sino tener otros esquemas mentales y percibir el mundo según las circunstancias de cada lugar. Algunas tribus de Siberia, por ejemplo, tienen muchas palabras distintas para la “nieve” (dependiendo de si es blanca o gris, dura o blanda, nueva o antigua), mientras que los pueblos árabes disponen de un sinnúmero de palabras para “caballo”. Si se tiene esto en cuenta, se puede comprender que Carlos V afirmó: “Cuantos idiomas hablo, tantas veces soy hombre”.
      Con respecto al tema religioso, podemos concluir: si vivo en un mundo secularizado e ignoro el lenguaje de la fe, es humanamente imposible llegar a ser un cristiano.
I. El ambiente actual
Si queremos hablar sobre la fe, es preciso tener en cuenta el ambiente en el que nos movemos. Tenemos que conocer el corazón del hombre de hoy —con sus dudas y perplejidades—, que es nuestro propio corazón, con sus dudas y perplejidades.
    1. La época del postmodernismo

      Tenemos, generalmente, muchos ídolos, por ejemplo, la salud, el “culto al cuerpo”, la belleza, el éxito, el dinero o el deporte; todos ellos adquieren, en circunstancias, rasgos de una nueva religión. Chesterton dice: “Cuando se deja de creer en Dios, ya no se puede creer en nada, y el problema más grave es que, entonces, se puede creer en cualquier cosa.”
      Y, realmente, a veces parece que cualquier cosa es más creíble que una verdad cristiana. Mis alumnos de las Facultades civiles, por ejemplo —estudiantes de derecho o de químicas— hablan, con muy buena voluntad, de la “reencarnación” de Cristo (que tuvo lugar hace 2000 años): al parecer, la palabra “reencarnación” les es mucho más familiar que la palabra “encarnación”. Observamos la influencia del budismo y del hinduismo en Occidente. ¿Por qué ejercen una atracción tan fuerte? Parece que se desea lo exótico, lo “liberal”, algo así como una “religión a la carta”. No se busca lo verdadero, sino lo apetecible, lo que me gusta y me va bien: un poco de Buda, un poco de Shiva, un poco de Jesús de Nazaret.
      En épocas anteriores, la vida era considerada como progreso. Hoy, en cambio, la vida es considerada como turismo: no hay continuidad, sino discontinuidad; caminamos sin una dirección fija. El lema de un motorista lo expresa muy bien: “No sé adónde voy, pero quiero llegar rápidamente allí”. En la literatura se habla de la “oscuridad moderna”, del “caos actual”.
      “El hombre moderno es un gitano”, se ha dicho con razón. No tiene hogar: quizá tiene una casa para el cuerpo, pero no para el alma. Hay falta de orientación, inseguridad, y también mucha soledad. Así, no es de extrañar que se quiera alcanzar la felicidad en el placer inmediato, o quizá en el aplauso. Si alguien no es amado, quiere ser al menos alabado.
      Tal vez, todos nos hemos acostumbrado a no pensar: al menos, a no pensar hasta el final. Es el llamado pensamiento débil. Vivimos en una época en la que tenemos medios cada vez más perfectos, pero los fines están bastante perturbados.
      A la vez, podemos descubrir una verdadera “sed de interioridad”, tanto en la literatura como en el arte, en la música y también en el cine. Cada vez más personas buscan una experiencia de silencio y de contemplación; al mismo tiempo, están decepcionados del cristianismo que, en muchos ambientes, tiene fama de no ser nada más que una rígida “institución burocrática”, con preceptos y castigos.
      Otras personas huyen de la Iglesia por motivos opuestos: la predicación cristiana les parece demasiado “superficial”, muy“light”, sin fundamento y sin exigencias rigurosas. No buscan lo “liberal”, sino todo lo contrario: buscan lo “seguro”. Quieren que alguien les diga con absoluta certeza cuál es el camino hacia la salvación, y que otro piense y decida por ellos: ahí tenemos el gran mercado de las sectas (Cfr. M. GUERRA, Historia de las religiones, Pamplona 1980, vol. 3)

      Vivimos en sociedades multiculturales, en las que se puede observar simultáneamente los fenómenos más contradictorios. Algunos intentan resumir todo lo que nos pasa en una única palabra: postmodernismo. El término indica que se trata de una situación de cambio: es una época que viene “después” del modernismo y “antes” de una nueva era que todavía no conocemos...
      El postmodernismo es una era limitada que indica el fracaso del modernismo. Se la puede comparar con la “postguerra” —el tiempo difícil después de una guerra—, que es la preparación para algo nuevo. Y se la puede relacionar también con el período “postoperatorio”, en el que una persona convalece de una cirugía, antes de retomar sus actividades normales.
      Parece, realmente, que vivimos un cambio de época: estamos entrando en una nueva etapa de la humanidad. Y las novedades reclaman un nuevo modo de hablar y de actuar.
    2. Actitud ante los cambios culturales
      ¿Cómo conviene hablar sobre la fe en este desconcierto? Antes que nada, nos pueden ayudar unas reflexiones de Romano Guardini que no han perdido nada de su actualidad. En sus Cartas desde el lago de Como, este gran escritor cristiano habla sobre su inquietud con respecto al mundo moderno. Se refiere, por ejemplo, a lo artificioso de nuestra vida, escribe acerca de la manipulación a la que diariamente estamos expuestos, trata de la pérdida de los valores tradicionales y de la luz estridente que nos viene del psicoanálisis... En la novena y última carta expresa un “sí redondo” a este mundo en que le ha tocado vivir, y explica al sorprendido lector, que esto es exactamente lo que Dios nos pide a cada uno. El cambio cultural, al que asistimos, no puede llevar a los cristianos a una perplejidad generalizada (Cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et Spes (=GS), n. 4)
 No puede ser que en todas direcciones se vean personas preocupadas y agobiadas que añoran los tiempos pasados. Pues es Dios mismo quien actúa en los cambios. Tenemos que estar dispuestos a escucharle y dejamos formar por Él (R. GUARDINI, Cartas del lago de Como, San Sebastián 1957).
      Quien quiere influir en el presente, tiene que amar el mundo en que vive. No debe mirar al pasado, con nostalgia y resignación, sino que ha de adoptar una actitud positiva ante el momento histórico concreto: debería estar a la altura de los nuevos acontecimientos, que marcan sus alegrías y preocupaciones, y todo su estilo de vida. “En toda la historia del mundo hay una única hora importante, que es la presente”, dice Bonhoeffer. “Quien huye del presente, huye de la hora de Dios”.
      Hoy en día, una persona percibe los diversos acontecimientos del mundo de otra forma que las generaciones anteriores, y también reacciona afectivamente de otra manera. Por esta razón, es tan importante saber escuchar (Cfr. Y. CONGAR, Situación y tareas de la teología de hoy, Salamanca 1970. Pgs. 89 y ss) Un buen teólogo lee tanto la Escritura como el periódico, alguna revista o el internet; muestra cercanía y simpatía hacia nuestro mundo. Y sabe que es en las mentes y en los corazones de los hombres y mujeres que le rodean, donde puede encontrar a Dios, de un modo mucho más vivo que en teorías y reflexiones.
      Los cambios de mentalidad invitan a exponer las propias creencias de un modo distinto que antes (Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Unitatis redintegratio, 6) A este respecto comenta un escritor: “No estoy dispuesto a modificar mis ideas (básicas) por mucho que los tiempos cambien. Pero estoy dispuesto a poner todas las formulaciones externas a la altura de mis tiempos, por simple amor a mis ideas y a mis hermanos, ya que si hablo con un lenguaje muerto o un enfoque superado, estaré enterrando mis ideas y sin comunicarme con nadie”( J.L. MARTÍN DESCALZO, Razones para la alegría, 8ª ed., Madrid 1988, p. 42).
Juan García Inza

martes, 23 de octubre de 2012

CORTOS GANADORES DE LOS PREMIOS KERIGMA AWARDS


1º Premio del concurso de cortos y spots Kerygmaawards segunda edición
                                                                  
                                                                          CERO AÑOS 


                          Corto Ganador del 2º Premio de Kerygma Awards 2012 

                                                                    FORGIVE TO LIFE






                    Galardonado con el 3º Premio en el Festival "Kerygma Awards 2012"

                                                                     PSIQUE.mp4






domingo, 21 de octubre de 2012